“Porque aquellos a quiénes necesita amar son solo sombras que viven en el alma de un extraño” Carlos Ruiz Safón
En los últimos dos meses, tiempo récord diría yo, los hombres más importantes en mi vida parecen haber decidido decepcionarme, quitarse para siempre aquellas máscaras que yo misma les coloqué, y recordarme que son simplemente hombres, y haberlos imaginado perfectos fue un craso error. Yo, sin miramientos y sin permitirme el lujo de un arrepentimiento, recurro una vez más al gran Sartré, releo “El existencialismo es un humanismo” y entre aquel ensayo y las reflexiones de una excelente amiga, recupero un poco de la cordura que por momentos pareció abandonarme. Mi amiga no pierde la fe, con todas mis decepciones me sigue diciendo “yo creo en mi príncipe azul” Y yo intento acompañarla en la creencia, intento mantener la fe en la existencia de un hombre que sepa amarme por cómo me veo y cómo lo veo a él, que no le preocupe quién he sido sino quien soy y quien puedo llegar a ser, que admire mi libertad e independencia, mi colección de principios y valores que muchos ya han ignorado. Un hombre que respete mi inteligencia, que no repare en cuántas veces he caído sino en cuántas me levanté sola. Un hombre que sepa apreciar la ternura de mis manos en su espalda, lo infinito de un beso o un abrazo, y que encuentre en mis ojos el mejor espejo para su mirada… Así que alzo mi copa junto a mi ingenua amiga, y brindo por el príncipe azul, o morado, o verde, ya no me importa… “Al príncipe de mis sueños, dónde quiera que estés, ¡¡¡mueve esas nalgas de concreto y apúrate cacho de hijo de perra que llevo 21 años esperando y se me está acabando la paciencia!!!!”